lunes, 14 de abril de 2014

Ser republicano



Escribía hace seis años Julián Casanova un artículo en Público en el que afirmaba que no era fácil explicar, ni en los medios de comunicación, ni en las aulas, la importancia de la Segunda República. Y, al día de hoy, sigue siendo complejo explicar por qué fue un acontecimiento esencial en la historia de España, y más difícil aún las razones, no accidentales, ni coyunturales, por las que uno se siente republicano, puesto que rechazar el comportamiento de un rey que caza elefantes y se construye, con dinero público, un pabellón de caza para exponer sus trofeos, o que cede una vivienda del patrimonio nacional a quien no es más que una amistad personal, incluso más allá de rechazar a un yerno real que, supuestamente, se apropia de dinero público con malas artes y está casado con una infanta desmemoriada..., defender y sentir la República es algo que tiene mucho más fundamento.

El primer artículo de la Constitución republicana, aprobada el 9 de diciembre de 1931, decía que España era “Una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de libertad y justicia”, que "los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo" y que la República era “un Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y de las Regiones”, para continuar manifestando la absoluta separación del Estado con cualquier credo religioso y, junto a la no confesionalidad del Estado, terminaba con la financiación estatal a la iglesia y al clero.

La constitución y la posterior legislación republicana establecieron, por primera vez, el verdadero sufragio universal, otorgando el voto a las mujeres -lo que no existía en muchas naciones más avanzadas-, se elegía al jefe del estado en función de sus méritos, y no por herencia familiar, se declaraba la supremacía del legislativo, quedando el gobierno sometido a la fiscalización del parlamento, sin excusas, sin vericuetos, y los políticos sometidos al control popular y a una justicia igualitaria para todos, se reguló la reforma del ejército y del poder militar, se aprobaron medidas esenciales para la redistribución de la propiedad de la tierra, con una reforma agraria tan imprescindible, como justa, se regularon los derechos de los trabajadores y la protección laboral, así como se estableció un salario justo, se legisló e implantó una educación pública e igualitaria, se reguló el matrimonio civil y el divorcio..., de manera que nunca en la historia de España se produjeron tantos avances democráticos y conquistas sociales. 

Precisamente lo que no gustó a los que estaban acostumbrados a manejar España como un cortijo, a los que, para mantener sus privilegios, terminaron con el régimen igualitario republicano conduciendo a España a una cruenta guerra. Precisamente lo que parece no gustarle a los que se aferran a la mentira, a los sobresueldos y a los aforamientos, para seguir controlando el chiringuito. 
 

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