viernes, 17 de octubre de 2014

Juan Relinque v. el Duque de Medina Sidonia

Portada del libro de Antonio Morillo

En las primeras décadas del siglo XVI los vecinos de Vejer veían cómo, a pesar de contar con una Carta Puebla que establecía sus derechos y franquicias sobre su término municipal, el Duque de Medina Sidonia no los respetaba, cómo cada vez, eran menos las tierras que podían cultivar, cómo un cabildo que debía protegerlos se plegaba a la voluntad del señor de Guzmán, cómo el reparto de tierras del común solo favorecía a unos pocos, cómo el Duque arrendaba las tierras de todos, los comunales, a determinados particulares, usando en beneficio de la hacienda ducal las tierras de los vejeriegos.
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Las pocas quejas que se expresaban eran silenciadas por los delegados del Duque, con la colaboración de algunos elementos del cabildo, hasta que surgió la figura de Juan Relinque, que en 1535 se negó a pagar uno de los muchos impuestos que gravaban injustamente a los vecinos, el noveno sobre el vino, siendo procesado y condenado por el corregidor, pero antes que achicarse, Juan Relinque presentó, con el aval de buena parte de los vecinos, un recurso ante la Audiencia de la Real Chancillería de Granada en el que solicitaba protección para pleitear contra el Duque, logrando que, mediante Provisión Real, se reconociera el derecho a pleitear, ordenando la Chancillería al cabildo y a los representantes del Duque que no se pusieran impedimentos al ejercicio de los derechos de Relinque. Reconocido el derecho a pleitear, Juan Relinque presenta su primera demanda contra el Duque, denunciando las que consideraba imposiciones ilegales, el noveno sobre el vino, el pesillo sobre el lino, las alcabalas sobre el esparto, ya que por la carta Puebla, la villa de Vejer era franca para la labranza y la crianza, por lo que los vecinos solo tenían que pagar el diezmo de las cosechas y ganadería. Frente a la demanda de Juan Relinque, el Duque aducía que, como Señor de Vejer, todo el término le pertenecía y podía exigir impuestos a sus habitantes.

Antonio Morillo Crespo, vejeriego y boticario, como a él le gusta que se le reconozca, ha realizado una larga y muy buena investigación, en archivos provinciales y nacionales, sobre un personaje apasionante, un personaje que, como Antonio Morillo dice, debe ser rescatado de un cierto olvido, pues si Juan Relinque es conocido y honrado en Vejer de la Frontera, su ejemplo debe ser conocido no solo en Andalucía, sino en general por los amantes de la libertad. La lucha de Juan Relinque por sus derechos y los de sus convecinos, no es solo una lucha personal, es el combate por la dignidad de los hombres libres, un combate que, si es difícil en los tiempos que corren, lo era mucho más cuando la nobleza señorial, heredera de modos y formas de ejercicio del poder de corte feudal, trataban de imponer, con el yugo y la espada, su voluntad y su avaricia sobre la vida de sus supuestos vasallos. Juan Relinque, un hombre sencillo, un albañil, un picapedrero, el dueño de una casa, una vieja viña y uno o dos rucios, pero poseedor también de una dignidad y tesón encomiables, comenzó una dura batalla legal, con el respaldo a veces dubitativo de sus convecinos, contra los abusos del poder señorial, luchando no solo por su pequeña propiedad y los mínimos beneficios que le rentaban, si no por los derechos comunales de la villa de Vejer de la Frontera.

Juan Relinque murió en 1554, sin llegar a enterarse que su lucha tuvo éxito. La Audiencia de Granada falló a favor de los vecinos de Vejer de la Frontera en 1566. Su lucha no había sido en vano, incluso sirvió de ejemplo relativamente pronto. A fines del XVI otro personaje, Gonzalo de Carvajal, pleiteó también con el Duque por los derechos de los vejeriegos. Es indudable que sin el ejemplo de Juan Relinque, no hubiera surgido la figura de Gonzalo de Carvajal, al que Antonio Morillo dedica unas páginas finales del libro.

Juan Relinque, como Gonzalo de Carvajal y tantos otros que lucharon contra el poder casi omnímodo de una nobleza prepotente, merecen el reconocimiento histórico y social, por eso hay que aplaudir y agradecerle a Antonio Morillo que rescate su figura y su ejemplo, y más que lo haga en estos tiempos en los que tanto interés hay en adormecer la conciencia ciudadana.

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