jueves, 3 de septiembre de 2015

Pateras


Este artículo se publicó en Diario de Cádiz en diciembre de 1998. Lo dejo tal y como lo escribí. 

PATERAS

     Se ha calculado que, durante el siglo XIX, Europa "envió" a otros continentes al menos 70 millones de individuos como emigrantes, de los cuales más de 50 millones emigraron definitivamente.
     No nos referimos al proceso de colonización, a la época del imperialismo capitalista, en el que los europeos, con la excusa de la civilización de los pueblos "primitivos", dominaron, explotaron y aculturizaron a otros individuos de diferentes latitudes. Nos referimos a siete decenas de millones de europeos que salieron del viejo continente a buscarse la vida.
     Sin olvidarnos de los que tuvieron que huir por razones políticas, cabe recordar que los emigrantes por razones económicas partieron prácticamente de toda Europa: de Noruega, de Suecia, de Alemania, de Irlanda, de Francia, de Portugal, de Italia, de Polonia... y, por supuesto, de España.
     En nuestro país, desde el primer tercio del siglo XIX -y regulada la emigración desde Septiembre de 1853-, se facilitó la salida de los excedentes de población hacia América del Sur y hacia Las Antillas.
     Pero no sólo Iberoamérica estaba en la mirada ansiosa de los emigrantes españoles. Aunque menos conocida, desde el segundo tercio del citado siglo hubo una importante corriente migratoria de levantinos y andaluces hacia el norte de África, hacia Argelia -preferentemente- y Marruecos, emigración que perduraría hasta los años treinta del siglo XX.
     La corriente migratoria aumentó de tal forma desde mediados del siglo XIX, que en el año 1874 la administración estatal, preocupada, trató de frenar el flujo con requisitos legales.
     Sin embargo ni las nuevas medidas, ni las comisiones creadas posteriormente, podían frenar el avance de la emigración: salir de España a la búsqueda de un cierto futuro se había convertido en una necesidad socioeconómica que desbordaba la capacidad del estado, por lo que todas las medidas resultaban inútiles.
     Ante tal evidencia en 1882 se creó la Oficina de Emigrantes del Instituto Geográfico y Estadístico, así como una sección de emigración del Ministerio de Agricultura. Con ello se consiguió, al menos, conocer con cierto rigor las cifras de emigrantes: según las estadísticas elaboradas por los organismos citados, en el cambio de siglo, entre 1882 y 1914, salieron de España un millón de emigrantes -la tercera parte de su crecimiento vegetativo-, fundamentalmente de regiones muy concretas: Galicia y toda la cornisa cantábrica, Canarias y Andalucía.

     Cien años después, en otro nuevo cambio de siglo, la situación no ha cambiado, sólo la orientación de la emigración. Si hace poco más de cien años los españoles -y otros europeos- buscaban las costas de Iberoamérica y el norte de África, ahora son iberoamericanos y africanos los que buscan las orillas de España y Europa.

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