sábado, 21 de enero de 2017

Los milagros de la manzanilla

Entró en Veedor taciturno, apoyándose con evidente dificultad en la muleta. Murmuró un saludo, casi ininteligible, y miró nuestras copas. Con un gesto seco, aunque educado, pidió que le sirvieran lo mismo. Le pusieron manzanilla del barril en una copa, bebió un sorbo, puso cara de extrañeza y contempló el vino. Volvió a beber y el gesto adusto comenzó a cambiar. Pidió otra copa y después otra, a la cuarta, en un español terciado de alemán, pidió la cuenta, dejó una generosa propina y salió a la calle con una amplia sonrisa. Le seguimos con la mirada, iba derecho, apenas se apoyaba en la muleta y, en un momento determinado, la lanzó por los aires, cayendo en un balcón. Y desde hace unas semanas, allí sigue la muleta, símbolo inequívoco de los milagros que hace la manzanilla.

 

1 comentario:

Juan Talega dijo...

Debo aclarar ya que fui testigo, que era un Sr. que no parecía alemán precisamente, y sería mentir sobre la seriedad germánica, incluso en la fiesta de la cerveza en Múnich.Se trataba de un Sr, de Jumilla o de un nuevo asesor para la ciudad de Cádiz.